Nuevamente salta a la primera página el triste enfrentamiento entre Israel y Palestina. No es un asunto nuevo, sin duda. En la Historia reciente, el conflicto se remonta a la fundación del estado de Israel, tras la descolonización inglesa y la creación de una entidad ficticia llamada “Palestina”.
El conflicto refleja las insuficiencias del Derecho Internacional: ambas partes incumplen de manera sistemática y recurrente las normas de la ONU sin que la comunidad internacional se decida a intervenir de manera decidida e imponer la paz. Israel apela al supremo derecho a defender a su gente para invadir los territorios musulmanes. Los terroristas de Hamás, por su parte, con la excusa de defender al pueblo oprimido, se camuflan entre la población civil, violando los acuerdos de Ginebra, provocando muerte y sufrimiento entre los civiles.
La dinámica de la guerra fría también tuvo su influencia en esta guerra, decantando a cada uno de los bloques por un contendiente. Aún hoy día –extinguida la Unión Soviética- los países contrarios a Estados Unidos se unen a favor de la causa palestina, y a la inversa.
Tan legítimo es defender la existencia pacífica del estado de Israel (creado por decisión de la ONU sobre territorios comprados por los judíos a sus poseedores) como la aspiración de los palestinos a tener su propio estado independiente. Por el contrario, no me parece en cambio, aceptable, el deseo de borrar de la faz de la tierra el estado judío y exterminar a todos los judíos que se lee en múltiples declaraciones de radicales propalestinos. Y desde luego lo que me resulta inadmisible, intelectual y moralmente, es que se presente el enfrentamiento como una lucha invertida de David contra Goliat, en la que los pobres inocentes palestinos se defienden con piedras y palos frente a un todopoderoso ejército israelí que, caprichoso, pretende destruir sus casas para anexionarse su territorio, olvidando que los terroristas se esconden entre la gente, usando sus colegios, mezquitas y hospitales como cuarteles y arsenales, para procurarse cierta impunidad mientras lanzan misiles contra la población israelí.
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