martes, 8 de septiembre de 2015

La tercera guerra Mundial y el Isis

El Estado Islámico es posiblemente la mayor amenaza a la que nos enfrentamos en la actualidad. El grupo terrorista suní pretende aglutinar a todo el Islam embarcándolo en una guerra total contra occidente. Europa mientras tanto se debate entre la solidaridad y el miedo, incapaz de reconocer el peligro al que se enfrenta. La batalla que se avecina es una guerra perdida.

Hace 1500 años, en el 476 dC el Imperio Romano de occidente se desintegró como un azucarillo ante la presión de miles de extranjeros que huían de un enemigo feroz, la tribu de los hunos, cuyo líder, Atila, infundía pavor con su sola presencia. La fuerte presión inmigratoria fue clave en la caída del Imperio. Pero cuando godos, visigodos, ostrogodos, etc. llegaron a Europa occidental la civilización romana estaba ya en descomposición. Los romanos habían dejado de creer en sí mismos y renegaban
de sus valores y principios.


La civilización occidental es heredera de aquella antigua cultura grecolatina, conformada a través de los valores éticos del cristianismo. Poco importa que las sociedades sean laícas y que muchos europeos no crean en Jesús, nuestra forma de pensar, nuestros valores y principios derivan de las enseñanzas del Nazareno. Gracias a ello, a la filosofía griega, al Derecho romano y al cristianismo hemos consagrado principios irrenunciables como la dignidad de la persona, la igualdad, la libertad o los derechos humanos. Todo eso es producto de occidente. También es cierto que no todo es bueno en nuestra cultura, que hay injusticias, hambre y violencia, que hay consumismo y corrupción.


El EI conoce perfectamente nuestras debilidades. Ha aprendido que lo que nos hace daño no es la decapitación de miles de personas, sino la imagen de un niño muerto en la playa. Por eso trata cada una de sus ejecuciones como una producción cinematográfica. Es el horror en estado puro. Pero lo que destruirá nuestra civilización no será el EI, ni la riada de refugiados perfectamente diseñada para reventar Europa. Lo que nos aniquilará será nuestra indolencia, nuestra incapacidad para reconocer el peligro y para luchar por nuestra forma de vida. Nuestra falta de orgullo.







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