miércoles, 21 de mayo de 2014

El Apeles de las líneas negras.

El máximo exponente del renacimiento alemán es el pintor Alberto Durero (1471-1528). Nació en una familia de artesanos que le transmitieron el interés por el detalle y la perfección. Sus grabados son muestra de la minuciosidad con que reflejaba la realidad. Pero junto a ello, las obras de Durero contienen todo un lenguaje simbólico que a veces escapa a nuestra atención. 




Una de sus obras más misteriosas es Melancolía I, un grabado que representa una figura alada apoyada, meditabunda, en un puño cerrado, rodeada de diversos objetos y cachivaches. La colección y disposición de los objetos (un compás, una balanza, un reloj de sol...) ha motivado múltiples interpretaciones. Pero lo más misterioso de la obra es un cuadrado, colgado en una pared, que representa unas cifras. La magia de ese cuadrado consiste en que la suma siempre es 34 y que ningún número se repite.
Curiosamente las dos cifras centrales de la última fila (1514) son el año de ejecución de la obra. 

Cuando Durero murió, aunque era muy conocido por su faceta de pintor, pero su verdadera fama se la había proporcionado su obra gráfica.


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