domingo, 19 de octubre de 2014

Día de difuntos

Uno de los aspectos más terribles de la condición humana es la conciencia de la muerte, o dicho de otro modo, la noticia -racional, pero inconcebible- de la existencia del mundo sin nosotros. Los rastros más antiguos de humanidad reflejan el homenaje de unos primitivos homínidos que depositaron unas simples flores sobre un tosco enterramiento. Desde entonces las distintas culturas han tratado de asimilar a nuestra vida el hecho incomprensible, pero ineludible, de la muerte. En nuestra tradición occidental hay un día señalado, el día de los difuntos, en que se recuerda de manera especial a los familiares muertos; aquellos seres queridos que se nos adelantaron en el misterioso trance y cuyo recuerdo, a veces muy vivo, permanece con nosotros. Es una fiesta familiar, de serena tristeza, que nos recuerda nuestros orígenes y nos enlaza con nuestros antepasados. La visita al cementerio, las velas en las casas y los dulces típicos, nos sacan de la rutina del día a día y nos recuerdan que otros de nuestra propia sangre, marcharon al mundo desconocido antes que nosotros. Hoy sin embargo todo eso se ha pervertido en un carnaval obsceno y terrorífico que llamamos Halloween y que, a la postre, no es más que una excusa para que los niños pidan chucherías y los menos niños se emborrachen, una noche más. Triste mundo éste que ha perdido incluso el respeto por sus propios muertos.

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