jueves, 19 de junio de 2014

EL NUEVO ESCUDO REAL



Coincidiendo con la Coronación de SM Felipe VI, la Casa Real ha publicado un restyling de su sello oficial. La cosa podría no tener más importancia si no fuera porque la Monarquía es una institución simbólica, cuya fuerza reside precisamente en las formas y en la apariencia. Si los Reyes de España (o de Inglaterra u Holanda) fueran los señores Pérez Martínez, fontanero él, peluquera ella, vecinos de la Calle Cartagena, en el Barrio del Carmen, la institución no tendría ningún sentido.


Lo cierto es que el nuevo escudo suprime la presencia del yugo y las flechas (emblema de los Reyes Católicos), así como la Cruz de Borgoña que constituyó la Bandera de España hasta 1785. La desaparición del yugo y las flechas parece motivada en que, aun siendo un símbolo del siglo XV, fue profusamente utilizado por el franquismo, por lo que su presencia puede sugerir cierta conexión o simpatía por el régimen dictatorial. Sin embargo tal explicación no parece corresponder con la eliminación del que sigue siendo símbolo aeronáutico de España.



Según cuentan, la eliminación de la Cruz de Borgoña fue una exigencia del partido político filoetarra, Bildu, que promueve la desaparición de cualquier símbolo religioso del panorama público. Más allá de lo grotesco que supone que un partido así marque cambios institucionales, el asunto se enmarca en la ola de intolerancia anticlerical que promueve la izquierda en general y tolera la derecha avergonzada.
Naturalmente que España es un estado aconfesional. Que no hay una religión oficial en España ni se puede imponer o perseguir a nadie por sus creencias. Pero ello no tiene nada que ver con el hecho de que nuestra Historia y nuestra cultura sean las que son. Y el pasado –y presente para muchos- católico de España es parte de nuestra esencia.



Quienes luchan enconadamente contra los símbolos religiosos en la vida pública no lo hacen, en realidad, llevados de un laicismo activo. A las claras está que la única religión que les molesta es la católica, sin que otras confesiones (como la musulmana), cuya aceptación de los Derechos Humanos es problemática, les preocupe.

Atacar en España los elementos religiosos es más que una batalla religiosa. Se trata de un factor más dentro de una vasta campaña de negación de la nación española. La idea es tolerar –de momento- la existencia del “Estado Español” vaciándolo de su naturaleza patriótica o nacional. En ese contexto, España no sería más que una estructura política artificial en cuyo seno se desenvuelven diferentes naciones (Cataluña, Euskadi, Galicia…), las cuales podrán exigir, entonces, la disolución de ese estado y la formación de uno propio.

Que los amigos de los terroristas vascos lo pidan parece lógico, que la izquierda nacional (generalmente antiespañola) lo promueva es coherente con su tradición, pero lo verdaderamente preocupante es que la derecha lo acepte como un mal menor. Si es cierto que la Casa Real ha eliminado el símbolo por conciliar sensibilidades, ha cometido un grave error.

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