El Estado Islámico
es posiblemente la mayor amenaza a la que nos enfrentamos en la
actualidad. El grupo terrorista suní pretende aglutinar a todo el
Islam embarcándolo en una guerra total contra occidente. Europa
mientras tanto se debate entre la solidaridad y el miedo, incapaz de
reconocer el peligro al que se enfrenta. La batalla que se avecina es
una guerra perdida.
Hace 1500 años, en
el 476 dC el Imperio Romano de occidente se desintegró como un
azucarillo ante la presión de miles de extranjeros que huían de un
enemigo feroz, la tribu de los hunos, cuyo líder, Atila, infundía
pavor con su sola presencia. La fuerte presión inmigratoria fue
clave en la caída del Imperio. Pero cuando godos, visigodos,
ostrogodos, etc. llegaron a Europa occidental la civilización romana
estaba ya en descomposición. Los romanos habían dejado de creer en
sí mismos y renegaban
de sus valores y principios.
La civilización occidental es heredera de aquella antigua cultura grecolatina, conformada a través de los valores éticos del cristianismo. Poco importa que las sociedades sean laícas y que muchos europeos no crean en Jesús, nuestra forma de pensar, nuestros valores y principios derivan de las enseñanzas del Nazareno. Gracias a ello, a la filosofía griega, al Derecho romano y al cristianismo hemos consagrado principios irrenunciables como la dignidad de la persona, la igualdad, la libertad o los derechos humanos. Todo eso es producto de occidente. También es cierto que no todo es bueno en nuestra cultura, que hay injusticias, hambre y violencia, que hay consumismo y corrupción.
de sus valores y principios.
La civilización occidental es heredera de aquella antigua cultura grecolatina, conformada a través de los valores éticos del cristianismo. Poco importa que las sociedades sean laícas y que muchos europeos no crean en Jesús, nuestra forma de pensar, nuestros valores y principios derivan de las enseñanzas del Nazareno. Gracias a ello, a la filosofía griega, al Derecho romano y al cristianismo hemos consagrado principios irrenunciables como la dignidad de la persona, la igualdad, la libertad o los derechos humanos. Todo eso es producto de occidente. También es cierto que no todo es bueno en nuestra cultura, que hay injusticias, hambre y violencia, que hay consumismo y corrupción.
El EI conoce
perfectamente nuestras debilidades. Ha aprendido que lo que nos hace
daño no es la decapitación de miles de personas, sino la imagen de
un niño muerto en la playa. Por eso trata cada una de sus
ejecuciones como una producción cinematográfica. Es el horror en
estado puro. Pero lo que destruirá nuestra civilización no será el
EI, ni la riada de refugiados perfectamente diseñada para reventar
Europa. Lo que nos aniquilará será nuestra indolencia, nuestra
incapacidad para reconocer el peligro y para luchar por nuestra forma
de vida. Nuestra falta de orgullo.
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