lunes, 16 de junio de 2014

LA REAL ACADEMIA (DE LA LENGUA) ESPAÑOLA

Un idioma es un producto cultural, algo que surge en una comunidad humana de manera espontánea y que se va moldeando por el uso y por la influencia de otras lenguas. Aunque no sea algo raro en nuestra sociedad, las lenguas no se imponen ni se censuran: cada persona y cada colectivo se comunica como quiere.
Sin embargo, a lo largo de los siglos, las comunidades que han mantenido una determinada lengua, han atesorado un patrimonio que merece ser cuidado y protegido. Este es el sentido y la función de las Academias. En España se cumplen este año 300 años desde que Felipe V autorizara su creación. Su tarea viene descrita en su lema: limpia, fija y da esplendor, que aunque parece el anuncio de un limpiacristales, es el resumen de la triple misión de una academia de la lengua: limpiar (es decir, eliminar del uso las acepciones erróneas), fijar (consolidar el uso apropiado de la lengua) y dar esplendor (difundir y fomentar la belleza de nuestro lenguaje).
La Academia está formada por 46 académicos de número y funciona de manera coordinada con otras 21 academias de la lengua (mexicana, argentina, norteamericana…), entre todas cuidan de preservar el tesoro que constituye la lengua española (mal llamada en España, castellano).
La RAE nos dice qué está bien y qué está mal escrito en español, teniendo en cuenta las diversas variedades dialectales y geográficas. Pero por otro lado, la lengua sigue siendo un producto vivo, en continua transformación, por lo que las Academias se ven obligadas a correr detrás de los hablantes no sólo para enseñarles a escribir sino también para recoger los nuevos usos del lenguaje. Este proceso tan complejo es el que provoca, a veces, fricciones. Por ejemplo, muchos seguimos escribiendo “sólo” cuando equivale a “solamente”; sencillamente porque tenemos arraigado ese hábito. Del mismo modo que no escribimos “siquiatra” o “setiembre”. 
Otras personas, sin embargo, por ignorancia o por desprecio, rechazan cualquier normalización de la lengua, escribiendo tal cual suenan los fonemas, omitiendo “h”, “v”, “y” y tildes. Esta forma de actuar molesta a los demás hablantes, deteriora el patrimonio cultural de la lengua e impide, a veces, entender lo que se quiere decir.
Aunque también hay quienes toman las prescripciones de la RAE como si se tratara del Código Penal y pretenden castigar con grandes penas a quienes no usen la lengua del modo establecido, olvidando que, a fin de cuentas, el español es un patrimonio de todos, creado por siglos de evolución social y cultural.

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